
Al primer ministro británico se le ha atravesado el Brexit. Parece ser que no era tan fácil ni tan idílico como se lo pintó en su día su mentor, Donald Trump. Por una parte las empresas británicas están perdiendo todos sus derechos en una Europa que no va a tener contemplaciones con quien abandona el barco. Por otra, también peligra su cohesión interna: Escocia ya ha solicitado un nuevo referéndum para salir del Reino Unido y poder continuar en la Unión Europea.
Según un portavoz del Budestag, carente de todo prestigio, «los británicos a parte de un buen futbol no han dado a la humanidad nada positivo. Sólo borrachos que infestan las playas del sur de europa y hooligans que destrozan las ciudades por las que pasan».
Los verdaderos artífices del Brexit, la extrema derecha norteamericana y británica, asisten con bolsas de palomitas en la mano, a un espectáculo de improvisación y de necedad que sólo les puede reportar que beneficios.
«Cuando uno mira atrás y recuerda aquellas maravillosas series cómicas inglesas, aquella televisión con rigor periodístico, aquellos políticos serios y, aunque un poco almidonados y casposos, honrados y decentes. Cuando uno recuerda eso y ve a Boris Johnson, a Mey o la BBC de ahora, no puede más que llorar y recordar que con la llegada del binomio Thacher/Reagan llegaron aquellos polvos que a día de hoy ha convertido al Reino Unido en un lodazal de alcoholismo, mediocridad, populismo y mezquindad», ha manifestado el portavoz del Bundestag con una pinta en la mano.