Desde que desapareciera la criada por excelencia del cine español, Gracita Morales, ya nada ha vuelto a ser lo mismo.
Y si no que se lo digan a la Marquesa Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos que anda por el congreso de los diputados enfadadísima porque los otrora serviciales subalternos, le han salido respondones y donde antes había docilidad, servicio y sumisión al estilo Santos Inocentes, ahora hay herribatasunismo descarado que ignora sus galones como grande de España.
Cayetana insulta y falta al respeto con la misma naturalidad que pide un te a su mayordomo, tiene esa pose de quien está acostumbrada a mandar y a que nadie le lleve la contra.
Y a base de mirar al resto del mundo por encima del hombro, su nexo de unión entre la cabeza y el tronco se ha desarrollado en exceso produciendo una imagen que unida a su verbo provocan reacciones encontradas pero que harían las delicias de Valle Inclán, quien no dudaría en incluirla entre sus famosos esperpentos
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